miércoles, 5 de mayo de 2010

El monstruo arrepollado - Dos imágenes, mil palabras...























































Esa mañana, la lechuza Córcholis se despertó temprano y de muy mal humor. La noche anterior había andado de guitarreada. Cuando llegó a su casa, en el hueco del ceibo, a la orilla de la laguna, a la izuierda del tercer sauce llorón, se sacó las botas, colgó la guitarra y se acostó a dormir. Al poco rato, la despertaron los gritos de lo teros:

¡Peligro feo! ¡Peligro feo! ¡Cuiden los nidos, anda un monstruo verde y fiero! Córcholis abrió un ojo, luego el otros y vio que el señor tero y la señora tera se iban volando y a los gritos para el lado del puente. Como siempre, gritaban por un lado y por el otro, escondían los huevos… ¡Nadie los descubriría!

-¡Chist!¡Chist!¿Por qué preocuparse, entonces?- pensó la lechuza y comenzó a prepararse unos mates…

En eso estaba, cuando escuchó a los patos silbones venir gritando y asustados.

-¡Peligro feo! ¡Peligro feo! ¡Cuiden los nidos, anda un monstruo verde y fiero!

-¡Chist!¡Chist! El caldo se está poniendo espeso, - pensó Córcholis- los patos nunca andan haciendo ruido tan temprano. Siempre silban de noche, cuando se van por ahí…

-¡Nos revolvieron el nido, Córcholis!¡Menos mal que todavía no había huevos en él, si no, ¡chau, pichones!- continuaron el señor pato y la señora pata.

La lechuza, sintiendo que los mates se le ponían demasiado amargos y que la guitarreada la había dejado agotadísima, se preguntó:

--¡Chist! ¡Chist!¿Quién será ese monstruo verde y fiero? ¿Cómo se anima a venir a molestar por aquí? ¿No sabe que yo cuido todo esto y esta noche lo puedo castigar?

Mientras ella se disponía a ver qué pasaba, fue acomodando su cueva y mirando los estantes de su cocina. Sí, tenía todo lo necesario: té de espinas pinchudas y ajos al caramelo…Haría con ellos una bebida poderosa y mágica. Cuando apareciese ese monstruo verde y fiero, se lo daría a tomar y lo transformaría en pollo pelado… ¡No le quedarían ganas de asustar y revolver los nidos!

De ese modo iba pensando la lechuza, cuando llegaron las tortugas de agua. Habían salido temprano, era casi el mediodía. Apenas habían logrado arrimarse a la cueva de Córcholis.

- ¡Peligro feo! ¡Peligro feo! ¡Cuiden los nidos, anda un monstruo verde y fiero! ¡A nosotras nos dio vueltas y nos dejó pataleando!

-¡Chist! ¡Chist! ¿Qué les pasa muchachas? ¿Por qué tan apuradas?

-Nos encontramos con ese monstruo verde y fiero que anda haciendo desastres. Nos dejó patitas para arriba y se fue corriendo… ¡Nos dio un trabajo loco volver a pararnos para caminar! Estábamos lejos de la orilla ¡Imposible nadar!-respondieron don tortugo y doña tortuga.

-¡Chist! ¡Chist! Mala cosa lo que cuentan…Cuando anochezca, me ocuparé. Antes, no. El médico me ha dicho que me cuide del sol.

A la tardecita, la lechuza Córcholis cumplió su palabra. Salió de la cueva, vio que el juncal se movía sin viento y fue para allá… ¡Ahí estaba el monstruo verde y fiero! Era muy extraño: Tenía brazos, piernas y estaba cubierto por repollitos de agua de la cabeza a los pies …

-¡Chist! ¡Chist! Ojito, monstruo, no te hagas el vivo. Mirá que te doy té de espinas pinchudas y ajos al caramelo. Con él te transformaré en pollo pelado. Este lugar es de todos. Vivimos tranquilos y felices, no necesitamos que nadie venga a revolver y molestar.

-¡Córcholis! ¡Córcholis! ¡Perdón! Soy Florencio el Travieso. Me dieron ganas de divertirme. Ahora me doy cuenta de que estaba molestando a los animales. ¡No me des ese asqueroso té! ¡No quiero ser un pollo pelado!-exclamó Florencio, lleno de vergüenza.

-¡Chist! ¡Chist! Está bien, pero deberás reparar el daño hecho. ¿Qué te parece si pintás unos carteles? ¿Además, cantarás conmigo el sábado a la noche?

-¡Sí! Lo que me pidas, Córcholis! – le contestó Florencio, el Travieso- Eso es más divertido que asustar animales…¿Me puedo dejar el disfraz?.

Fue así que la laguna se llenó de bonitos carteles que decían:



LOS ANIMALES SON SUS AMIGOS,

POR FAVOR, NO LOS MOLESTE.




El sábado a la noche, la lechuza Córcholis, acompañada de Florencio Repollito, el nuevo amigo de los bichos de la laguna, cantó milongas, huellas, cielitos y triunfos para todos los turistas.

Como los llenaron de aplausos, ella quedó satisfecha. ¿Florencio? Muy feliz con su nuevo nombre y su trabajo de pintor cantor.






Cuento: María Alicia Esain



Inspirado en ilustraciones del artista Juan Carlos Chaves




1 comentario:

Mónica Angelino dijo...

LES LEÍ EL CUENTO A MIS NIETOS, ESTUVO MUY DIVERTIDO Y NOS GUSTÓ MUCHO

sALUDOSSSSSSSS